CON GUSTO
PRIMERA LÍNEA
EMILI PIERA
En Le
Canard enchaîné, una de las víctimas de la masacre de Charlie hebdo, Cabu, dice desde el más allá: “solo faltaba
(en la manifestación) el papa y su papamóvil”. Pues bien, ya se ha manifestado,
el papa, con otros clérigos, musulmanes o no, para decir que un respeto, que si
le mientan la santa madre (iglesia), se le dispara el puño. Vaya por Dios.
Ciertamente no es fácil trazar la frontera entre el respeto debido a todas las
creencias (y por tanto no escarnecer a ninguna) y la libertad de conciencia y,
por tanto, la necesidad de criticar cualquier religión, y más si está
organizada. Pero que sea difícil no significa que dejemos el terreno libre a las
patrullas de la policía moral de los ayatolas.
Lo que demostró la muy celebrada
manifestación de París es que toda unanimidad es, esencialmente falsa, siempre.
Y no sólo por las precauciones no solicitadas que nos recetan los hombres de
religión, sino porque autoridades perfectamente republicanas y democráticas, han
sacado una única lección de la masacre: que hay que dinamitar los últimos
restos de privacidad y respeto por uno mismo que les quedaban a nuestros
correos (electrónicos), imponer nuevas sevicias a los pasajeros de avión, que
ahora ya vamos descalzos y con los calzoncillos en la mano, suprimir las
mensajerías seguras (pero mantienen clasificados documentos oficiales que ya
tienen cincuenta y hasta setenta años).
El terrorismo es muy útil para los liberticidas:
en previsión de abusos se suspenden las salidas al patio. Quizás los musulmanes
nos odiaran menos si no hubiéramos ocupado Irak, Afganistán o Libia para
empeorarlos. Si no llamáramos “moderadas” a monarquías medievales donde una
mujer no puede conducir un coche. Si nuestros gobiernos dejaran de considerar
terrorista a Hamas, pues una nación ocupada tiene el sagrado derecho a
levantarse contra el ocupante. Si no hubiéramos avalado los golpes contra
gobiernos legítimos (aunque islamistas) constituidos en Gaza, Argelia o Egipto.
El Imperio busca el choque pero estamos en primera línea y, con seguridad, nos
dejarían en la estacada.
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