viernes, 11 de septiembre de 2015

HIMNOS PROCESIONALES


CON GUSTO
   HIMNOS Y ANDAS
EMILI PIERA
Me parece que puedo reconvenir, fraternalmente, a mis amigos de la izquierda que triunfó un poquito no hace mucho, por buscarse más problemas, al margen de los muchos que ya tienen, y de los que les van apareciendo según abren cajones (seis millones de euros en facturas, sólo en la Pobla Llarga, según mis fuentes). O reciben pellizcos de monja del ministro Montoro. Este Montoro –hay otro que se ocupa del tráfico rodado– pregunta, con absoluta insolencia, en que piensan ahorrar los ayuntamientos: él, que pertenece al Gobierno de los sobresueldos y la amnistía fiscal y a un partido que se compacta, a partes iguales, con tinta de adjudicación, cemento fresco y caca de gaviota.
Así pues, da lo mismo que un concejal o alcalde quiera ir como tal a una procesión o a un trisagio. Esta en su derecho, porque el laicismo de España funciona como salvaguarda (de los laicos), no como obligación pública. Y aunque lo fuera, es el típico deber que sólo se aligera cuando uno se lo impone, so pena de poner malas caras y jugar a Robespierre, lo que sólo consigue que las filas de enfrente se vuelvan más compactas. Otra cosa es lo que he visto esta mañana en Vila-real: un bonito letrero en mármol en la iglesia arciprestal con la lista de “caídos por Dios y por España”. De lo que se infiere que los contrarios cayeron por Lucifer y el Gran Ducado de Luxemburgo. Un poco fuerte, a estas alturas.
 Con los himnos pasa lo mismo. Me parece un contradiós tocar el Himno nacional, que es una marcha de granaderos, en una procesión, pero si los legionarios llevan en alto al Cristo, quizás asistamos, en el futuro, al artillado de las andas, pero ¿Cómo impedir que se toque? No hay modo, razonable, de hacerlo, ni se debe intentar porque si los implicados se empeñan y si quien paga a los músicos, se pide la canción dedicada, pues ahí la tendremos. Que conste que tocar la Muixaranga me parece igual de mal, salvo en Algemesí, donde es una costumbre sin contenido político especial. Los himnos propios de tales trances dicen ¡Hossana! y ¡Aleluya! No confundir con los coros de la Armada rusa.

¿SMART? PHONE


CON GUSTO
   TELÉFONO LISTILLO
EMILI PIERA
Mucha gente se pregunta porque un cacharrito de éxito planetario como el móvil, el smart phone, no fue anunciado en las novelas de ciencia ficción. Tres buenas razones son: que ya estaba inventado –el radioteléfono: sale en películas en blanco y negro–, que no aporta nada nuevo (el teléfono de cable se oye mucho mejor) y que la ciencia ficción no es un clarín, sólo un genero literario o peliculero. Donde el móvil obtuvo un acierto pleno (comercial) fue en la miniaturización. Miniaturizar significa no sólo hacer más leve o cómodo algo sino, sobre todo, ponerlo al alcance de muchos. Si te compras un acorazado, aunque esté muy viejo, sólo al peso te sale por una millonada; si compras un dron y unas cápsulas de ricina (yo también sigo Breaking bad), puedes hacer la guerra química por tu cuenta, sin salir de casa.
Smart phone: miniaturización doble. Del radioteléfono y del ordenador. Cuentan las crónicas que Joan Oró, que trabajaba para la NASA, y Lluís Miravitlles que hacía de todo y aún tenía tiempo de explicarlo en TVE, llenaron una habitación enorme con los instrumentos de un laboratorio espacial y, muy ufanos, le enseñaron el monstruo al ingeniero director del proyecto:
-Impresionante –dijo el ingeniero –. Ahora metan todo eso en una caja de zapatos.
Eso hemos hecho con el móvil y al descender al nivel, formato y presencia de juguete, ha sido adoptado por todos los niños del mundo, cuyo número coincide con el de pobladores. Dicen que a Negroponte (que tiene nombre de nigromante) también se le escapó el móvil en sus profecías. Aún le pasa poco: por hacer predicciones. Escurridizo invento que también hace que nosotros nos escurramos del aquí y el ahora hacia asuntos remotos, aunque, a cambio, siempre hay alguien que sabe donde estamos (y nos puede dirigir un misil con toda precisión, qué lujo), a quién llamamos y con quién nos entendemos a espaldas de nuestra señora. Con semejantes capacidades, seguro que ese teléfono es inteligente, pero ¿Lo somos nosotros?