lunes, 23 de noviembre de 2015

40 Aniversari de la mort de Franco


CON GUSTO
   FRANCO ERA CHINO
EMILI PIERA
Ayer se produjo una efeméride divertida: Franco ya lleva más años en el sepulcro de los que se pasó en el trono, hecho una reinona. Incluso los que tuvieron el dudoso privilegio de conocerlo desde el principio, ya llevan más años sin él que padeciéndolo. No está mal como fracaso para quien quería asentarse sobre principios nada menos que inmutables. No hay mal que cien años dure: ni siquiera cincuenta. Como todo el mundo cuenta batallitas acerca de lo que hacía y por donde andaba por aquel entonces, yo cuento que, el verano de ese año, empecé a hacerme periodista (a escribir había comenzado antes) y que, por tanto, llevo tantos tiempo sometido al jubiloso yugo del oficio como libre de quien ideó tantas maneras de sujetarnos.
Sin embargo tenían razón los moros que señalaban su baraka, su buena estrella, una formidable chamba (que los distraídos confunden con la Providencia, cuando la pobre hace lo que puede y, sobre todo, lo que le dejamos) que siempre le situaba en el lugar más ganancioso y a sus rivales, en el avión estrellado o en las estepas rusas, bien lejos. Y a los americanos, bien cerca: para que trajeran queso y megatones, leche en polvo y avales (bancarios). También fue muy astuto a la manera cazurra y un poco china y como Deng Xiaoping a sus paisanos, nos pilló el tranquillo: concedernos la libertad de aclamarlo, de constituir empresas y de ganar dinero. Las golferías, con discreción.
Gracias a la política ficticia (no paraban de adoctrinarnos pero Framco, curiosamente, era más empírico que doctrinario), pudo fingir que los suyos eran España, lograr que no se tuviera en cuenta que fue más sanguinario que otros tiranos vecinos como el portugués Salazar y el italiano Mussolini, no conceder ni honor ni reconocimiento a los otros españoles combatientes (que siguen en las cunetas) y vender a los saharauis. Nos devolvió a la Edad Media donde habitaba su feo culo subido a la grupa del caballo de San Fernando. Había entonces y ahora una forma de vengarse de tanto desconsuelo: cultivar la alegría contra toda esperanza. 

Text llegit en el funeral per Baltasar Seguí, fill, amic nostre


PARA BALTASAR
La verdad es que cuesta imaginarse un Benimaclet sin Baltasar aunque Baltasar, de natural nómada, pudo pasarse sin Benimaclet, muchos años y en los más diversos lugares. Pero quizás nuestro amigo, nuestro Peter Pan, no se haya ido del todo mientras quede alguien que recuerde su risa hacia adentro, el brillo burlón de sus ojos, su gigantesco espíritu de gresca y fiesta.
Como somos de un país que sólo habla bien de los muertos, mido mis palabras: el afecto verdadero no necesita exageraciones. Baltasar es un ciudadano –me cuesta hablar en pasado– más bueno que ejemplar, más cariñoso que modélico y más alegre que coherente. Cada cual elige el mapa de su vida. Dio algo de consuelo a tantos, y bastante o muchísimo a unos pocos, empezando por su familia, su padre Baltasar, su hermano Manolo, sus hijos Iván y María y su querida mujer, Inma.
Benimaclet se queda sin cronista. En otro tiempo, Baltasar hubiera contado las historias del barrio con viñetas y pareados, con aleluyas y otros recursos de buhonero de feria en feria, porque se conocía todos los sucedidos, historias, enjuagues, líos y viejos asuntos del barrio y los contaba a su manera, atropellada y gozosamente, como con temor de olvidarse algo o, mejor aún, con ganas de sembrar más curiosidad de que la que saciaba.
Y ya me callo. Me ha pasado lo que a muchos: lo he visto tendido y quieto por una vez y me ha parecido que iba a levantarse y a soltar: “¡Os jodéis que estoy vivo!”. Y el caso es que tendría razón aunque ahora descanse un rato y camine hacia la luz que brilla perpetua. Adéu, Balta.