lunes, 11 de mayo de 2015

PALABRAS ARDIENTES


CON GUSTO
  PALABRAS ARDIENTES
EMILI PIERA
Las imágenes las conoce y admira todo el mundo: hay disturbios raciales en Baltimore (después de haberse producido en la mitad del territorio de los EE UU) y la señora Toya Graham –las negras son más anchas de huesos y de caderas y si van a por ti, impresionan– saca a su hijo Michael de los motines a base de gritos y algún cachetazo. Violencia proporcionada, diría un juez. Sí, pero este mismo correctivo aplicado en la escuela, en familia o en un campamento sería calificado de “malos tratos” aunque fueran dirigidos contra un matón de patio de escuela que martiriza a sus compañeros. Los tratos ¿son malos o buenos en función de la conveniencia de la autoridad gubernativa? Parece que sí.
Yo sólo digo que a la edad de Michael yo también temía más a mi madre que a los antidisturbios (y no acabo de ver si había en ello insensatez o buen juicio) y que todo el mundo no tiene, como los Clinton, un miembro de su familia en la presidencia o, al menos, en expectativa de destino. De hecho hay muchas familias de cualquier parte que son negras, desempleadas, andinas, pobres, víctimas del gatillo fácil de algunos agentes o de la capacidad, atribuida a los bancos, de decidir quién vive debajo de un techo y quién no. Extraño ¿verdad? Y tanto. Las palabras son como el destornillador y la navaja, valen para muchas cosas pero no vayas a sacarte un ojo: tendrás problemas de visión.
Por ejemplo yo vi a la activista de Femen que se manifestaba con la pechuga al viento ante el piadoso ministro del Interior de España y fue reducida por un señor vestido de algo entre soldador futurista y robocop que le puso la rodilla sobre la cabeza de la chica ¿Un sádico o un benefactor? Lo que diga el ministro. Los partidos de la Francia liberal y hasta libertina se han puesto de acuerdo para aprobar una ley que permite espiar a sus ciudadanos. Es por el terrorismo islamista, dicen, pero ni el terrorismo es un enemigo (es un procedimiento), ni todos los islamistas son violentos, así que acabarán sabiendo quien es maricón y quien aficionado a la marihuana o al gin tonic. Las palabras, arden.