sábado, 13 de diciembre de 2014

Tapas y Arroz


23/11/14
Melocomotó
 
    TAPAS Y ARROZ
EMILI PIERA
Una cocina es una antropología. Comer de tapas es algo que se hace en Madrid, en una parte de la Mancha, por supuesto en Granada, o en San Sebastián donde la tapa se llama pintxo. Para comer de tapas no basta con tomar raciones pequeñas de algo acompañadas de vino, cerveza o sidra, sino que hay que tener una tradición, secular o reciente, eso no es importante, de comer generalmente sobre los dos pies y con uno de ellos en el estribo, comentar y discutir junto a la barra y cambiar de sitio para ir completando el menú un poco al azar. Eso no se hace en Valencia (ni podría hacerse: no hay suficientes locales con este tipo de oferta, ni lo bastante próximos), un poco sí en Alicante donde también están los mejores sitios del PV.
Una cocina es una antropología y marca un área cultural y la separa de las otras ¿Más que la religión? Sí, tanto o más. Los insectos se comen en Tailandia o Méjico, pero no en Tomelloso. Al norte de Burdeos, por fijar un límite, el bacalao se come fresco, pero al sur, se prefiere el bacalao salado como “momia devuelta a la vida”(Vázquez Montalbán).
Así pues, tapas. En Sueca acaban de celebrar la tercera edición de la Fira Gastronòmica de les Tapes, gracias a los hosteleros locales y a la concejalía de Turismo y Comercio que se muestra muy activa. A un euro la tapa y 23 stands (Por cierto, este fin de semana hay feria del turrón y la peladilla en Casinos. Si quieren reservar mesa tienen varias buenas opciones: La pitanza en Pedralba, La Taula de Llíria en Llíria, claro, y el Levante y el Rioja, en Benissanó. El Levante es uno de los lugares en los que se puede tomar un arroz de absoluta confianza).
Las tapas viven un buen momento, como especialidad del gastrobar (uno de los cuales, el Tatau bistro de Huesca, ha sido estrellado por Michelin) porque sirven para mantener la línea y darle a la cartera meneos suaves. Dos razones para el éxito en plena crisis. Reparen también en el hecho de que son una buena compañía del arroz. El arroz es un plato completo y me parece que es de mal gusto –si no se tienen veinte años y una novia muy guapa– rodearlo de muchos preámbulos o derivaciones. Así comimos en Creu de la Conca (963 247 174) una paella de marjal con conejo, pollo y pato. Muy buena. Pinedo es una de las mayores concentraciones de arrocerías entre correctas y buenas y Creu de la Conca es una de ellas (La Genuina y La Alquería del Brosquil, otras dos). De entrada pedimos dos ensaladas –de tomate y atún y de salazones– y una buenísima titaina que salió como debe ser: calentita. Y un buen pescadito frito. Éramos ocho. De postre me pedí una crema de avellana casera. 26 euros por cabeza, con el vino. Además tienen una magnífica bodega. Si está en la Malvarrosa, siempre tiene Casa Carmela.
Como teníamos en la compañía a un maratoniano, mi amigo del alma José Luis Fandos, la víspera optamos por una cena frugal (ya he dicho que esa es una de las utilidades de la tapa: la ingesta contenida) y elegimos dos locales del Carme. En El Molinón, que no deja de ampliar y mejorar su carta (tienen el más amplio surtido de quesos asturianos de la ciudad, incluido un apartado de “quesos fuertes”), tomamos una ración del queso asturiano Gamoneu (fascinante), una txistorra de primera, sin ese color fosforito y ese grasaza de las malas elaboraciones, y dos raciones de excelente caballa ahumada con pan y tomate fresco. Todo regado con un cariñoso albariño. Luego fuimos a La Botifarra, a casa Jordi, que es como de la familia, a tomar papas arrugás con mojo picón y verde y una ensalada.
Restaurante Creu de la Conca. C/Mosén Cuenca, 39. 963 247 174. Pinedo. Especialidad en arroces y tapas tradicionales
Restaurante El Molinón. C/Bolsería, 40. Valencia. 963 911 538. Cocina asturiana. Tapas y raciones caliente y frías. Mejor cuando hay menos gente.
La Botifarra. C/Pinzón, 12. Valencia. 616 758 624. Tapas bien cocinadas, sin grasa. Si es tu cumpleaños puedes pedirle a Jordi una “brillantina”: inolvidable.
   

Dinamo emocional


2/12/14
CON GUSTO
   DINAMO EMOCIONAL
EMILI PIERA
Ver a los presidentes del Atleti y del Deportivo casi cogidos de la mano, compungidos por la muerte de un hincha gallego a manos de los hooligans madrileños, era alucinógeno cuando hasta el más desinformado sabe que los radicales de nuestra Liga cuentan con la benevolencia o, por mejor decir, la liviandad de los clubes y, a veces, con su generosa subvención. Cría cuervos y tendrás más. Cuanto más mayor me hago, más me gusta el fútbol, el juego, y más detesto el mundillo que lo mueve ¿Puede haber fútbol sin clubes, literatura sin editoriales y sexo si noche cuyas tinieblas tan propicias resultan? Ni idea. Lo que es seguro es que, más allá del lagrimeo hipócrita, los de la pelea mortal y buscada ya son cuarentones: asusta pensar que no hayan ganado o no les hayan dejado más espacio que su épica cutre y averiada. Más viejos son los directivos y recogen los posos dorados de la agitación.
Por supuesto no quiero servir al caos, si acaso alguna vez en calidad de eventual, pero demasiada gente ha olvidado que el fútbol es un poder, cateto y casposo, más garrulo que cualquier otro, incluida la vocal del CJPJ sorprendida con la panoja andorrana de mamá en el maletero. Hace años Terenci Moix reaccionó gallardamente en un artículo de La Vanguardia contra las pretensiones de los presidentes de clubes de conseguir un tratamiento para sus personas, no sé si como honorables o como excelentísimos. Dios te dé buen galardón, Terenci, porque yo también pienso que hasta el narcotraficante de billetes Jordi Pujol, incluso Artur Mas (propiamente dicho) están varias brazas por encima de los personajillos de los clubes, por donde a veces se deja caer algún caballero como el señor Tuzón. No es lo normal.
Dejo a la consideración del discreto lector responder a la pregunta de por qué este poder zafio y a menudo defraudador recibe tantos parabienes de los poderes del Estado, convertido así en pastor de cretinos ¿Será quizás porque representa un ideal inalcanzable y en el fondo envidiado, esa curiosa dinamo generadora de emociones desaforadas de contenido cero?    

En el barrio


01/12/14
CON GUSTO
     EN EL BARRIO
EMILI PIERA
Nada como un lunes para descubrir tus límites y, por tanto, tus poderes, tu riqueza. Nada como el barrio para conocer la realidad. En el bar, me llama un discreto caballero y me pregunta si soy el que parezco. “Sí”, le digo, y me cuenta: “La alcaldesa está otra vez en la peluquería, aquí al lado. Y con los policías de la escolta aparcados en doble fila”. La verdad, no sé para qué tanta peluquería si siempre lleva el mismo modelo: se lo podría hacer de fibra de vidrio o de cartoné. El caballero me pregunta que pienso de Podemos y le digo que serán un recambio generacional (què córrega l’aire!) y que quizás consigan un par de reformas electorales y alguna mejora en el funcionamiento de la Hacienda y del crédito públicos. Eso ya sería mucho.
En ese barrio, que es el mío, la vida ya cuesta, como en los otros y según cuenta Levante-EMV, doscientos euros más que el año pasado, pese a la mutilación general de los salarios y a la extinción de los complementos (salvo que seas ejecutivo). Me extraña la alarma ante los populismos pues los supuestamente moderados han elegido de presidente de la UE a Jean Claude Juncker, el jefe de los defraudadores, que es como poner a la zorra a fornicar con la gallina: eso es contra natura. 
Pues la asociación de vecinos de mi barrio, Benimaclet, ha cumplido cuarenta años. Lo celebramos en el Centro Instructivo Musical con cena presidida por Antonio Pérez, muy elegante con su jersey malva. A la hora de los parlamentos nadie olvida a los sanitarios de los ambulatorios, a los maestros de los colegios (e institutos) y las dos librerías de guardia: la Traca y Primado. Salud e instrucción, como cuando el ministerio del ramo se llamaba de instrucción pública y a ningún ministro se le escapaba el homenaje a los libertadores de París (españoles, sí señor) o el entierro del editor Jaume Vallcorba, como recuerda el pintor Eduardo Arroyo. Me cuenta Javi que los huertos sociales funcionan no sólo porque son terapia o entretenimiento, sino porque llenan la despensa de cien familias. Y hay listas para arar otras siete hanegadas.