01/12/14
CON GUSTO
EN EL BARRIO
EMILI PIERA
Nada como un lunes para descubrir tus
límites y, por tanto, tus poderes, tu riqueza. Nada como el barrio para conocer
la realidad. En el bar, me llama un discreto caballero y me pregunta si soy el
que parezco. “Sí”, le digo, y me cuenta: “La alcaldesa está otra vez en la
peluquería, aquí al lado. Y con los policías de la escolta aparcados en doble
fila”. La verdad, no sé para qué tanta peluquería si siempre lleva el mismo modelo:
se lo podría hacer de fibra de vidrio o de cartoné. El caballero me pregunta
que pienso de Podemos y le digo que serán un recambio generacional (què córrega l’aire!) y que quizás
consigan un par de reformas electorales y alguna mejora en el funcionamiento de
la Hacienda y del crédito públicos. Eso ya sería mucho.
En ese barrio, que es el mío, la vida
ya cuesta, como en los otros y según cuenta Levante-EMV, doscientos
euros más que el año pasado, pese a la mutilación general de los salarios y a
la extinción de los complementos (salvo que seas ejecutivo). Me extraña la
alarma ante los populismos pues los supuestamente moderados han elegido de
presidente de la UE a Jean Claude Juncker, el jefe de los defraudadores,
que es como poner a la zorra a fornicar con la gallina: eso es contra
natura.
Pues la asociación de vecinos de mi
barrio, Benimaclet, ha cumplido cuarenta años. Lo celebramos en el Centro
Instructivo Musical con cena presidida por Antonio Pérez, muy elegante
con su jersey malva. A la hora de los parlamentos nadie olvida a los sanitarios
de los ambulatorios, a los maestros de los colegios (e institutos) y las dos
librerías de guardia: la Traca y Primado. Salud e instrucción, como cuando el
ministerio del ramo se llamaba de instrucción pública y a ningún ministro se le
escapaba el homenaje a los libertadores de París (españoles, sí señor) o el
entierro del editor Jaume Vallcorba, como recuerda el pintor Eduardo
Arroyo. Me cuenta Javi que los huertos sociales funcionan no sólo porque
son terapia o entretenimiento, sino porque llenan la despensa de cien familias.
Y hay listas para arar otras siete hanegadas.
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