domingo, 18 de enero de 2015

Trileros y Hepatitis


CON GUSTO
 TRILEROS Y HEPATITIS
EMILI PIERA
Igual es verdad, como afirma el cura párroco de Orihuela del Tremedal, mosén Jiménez Losantos, que Mariano Rajoy es un maricomplejines que prefiere ver morir a las personas afectadas por la hepatitis C antes que enfrentarse con el fondo de inversiones propietario de la patente del medicamento que la cura: el Sovaldi. No otra cosa significa tratar a una quinta parte de los enfermos y dejar a otros 20.000 con el consuelo de la regaliz, o acogidos bajo el manto de alguna de las muchas vírgenes a las que invoca y les lleva ropita el ministro del Interior.
Algo había que hacer. Por ejemplo amenazar con una producción al margen de los propietarios de la patente. Lo hace India, que tiene bombas nucleares, y Egipto, que no las tiene y está mucho peor que nosotros. Pero claro, así el registrador de la propiedad se indispondría con Donald Rumsfeld o Georges Schultz, que vigilan el interés de los inversores (ellos mismos) y que tienen muchísimo dinero, influencias, cobertura intelectual y sobre todo invitaciones para sentarse en consejos, trilaterales e hipotenusas y pueden conceder alguna que otra regalía, como la que obtuvo Aznar de Rupert Murdoch, el Señor Oscuro.
No quisiéramos estropear el futuro prometedor de nuestro presidente en funciones y en aras de la concordia y la sumisión estaríamos dispuestos, si no hay más remedio, a pagar un nuevo impuesto sobre el café, las chuches o el rubio americano con tal de que no muera nadie por no tener una medicina que, dicen, ni siquiera es nueva sino una simple adaptación de los antivirales del VIH. No sé, no soy boticario, pero quieren imponernos la visión de la salud no como un derecho o un servicio (público), sino como otra mercancía más, como los billetes de avión o el jamón de bellota. De hecho, Rumsfeld, que de vicepresidente ya era mucho más rico que la muy pudiente familia Bush, estafó a varios estados con la amenaza irreal de la fiebre del pollo, empezando por el Ejército de su propio país: los trileros movían los cubiletes y distraían al panoli con las armas de destrucción masiva.  

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