lunes, 14 de septiembre de 2015

MENJAR PER CASTELLA


Melocomotó

   LA BOTICA DE MATAPOZUELOS
EMILI PIERA
La primera etapa del viaje por Castilla se consumó en Villares del Saz, Cuenca (donde el alcalde que llamó “puta barata” a una concejala de la oposición), población en la que se encuentra Casa Tomillo (969 298 060) y otros establecimientos similares pero, quizás, no tan surtidos. All ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ovia vino. Suele haber un control de alcoholemia en la incorporacias botellas de un blanco muy decente: Arboles del caí solemos comprar queso manchego dorado (nuestro preferido) y, con frecuencia, chacinas. Esta vez, mes de agosto, preferimos las conservas: lomo, picantón, pechugas de codorniz y perdiz en escabeche, una tarro monumental de bonito en aceite de oliva, ajoarriero, tortas de anisetes y unas botellas de un blanco muy decente: Arboles del castillo. Atención: tienen bastantes vinos de Uclés, de la Mancha y de la Tierra de Castilla y varios de los más baratos, están entre los más interesantes (Finca La Estacada).
Cuidado con el vino. Suele haber un control de alcoholemia en la incorporación a la autovía.
Seguimos camino a Villafáfila, provincia de Zamora, zona esteparia muy curiosa. Hay un rosario de lagunas endorreicas (con perdón) que en verano se secan pero, entre vaguadas y abrevaderos, algún bicho debe haber (avispas, aparte) porque el lugar estaba tan lleno de solanas como de cigüeñas. Y una curiosa arquitectura de palomares-pagoda, con tejados a distintas alturas muy originales y a veces construidos con adobe, de modo que, cuando se abandonan y arruinan, vuelven a la tierra como tierra, sin estruendo. Sabiduría. Pues enfrente de una de los centros de información del parque de las lagunas, está Fidalgo, embutidos artesanales (657 922 367). Si se forma cola, no les extrañe.
Nosotros compramos dos clases de chorizo, uno más picante, y una buena pieza de lomo que probamos ese mismo día. Es fiambre normal de cerdo del terreno, pero de mucha calidad y precio razonable. Aquí, aparte la liturgia suprema del cerdo, se consuma una de las paradojas más llamativas de los usos alimentarios ibéricos: en los lugares más alejados del mar, tienen una inmensa devoción por el pescado, que alcanza a las conservas. También ocurre en la vecina León. Conservas marineras de sardinas, anchoas, chicharros, chicharrillos, mejillones y mil cosas más en todos los formatos y casi siempre de mayores calibres que los usuales entre nosotros.
Antes, en Matapozuelos, cerca de Medina del Campo, Valladolid, pudimos probar, al tercer intento, un restaurante de gran interés: La Botica. Eran fiestas, mayores o menores, y la fanfarria alegraba las calles. En la misma plaza de La Botica –antigua farmacia con vitrales y toques modernistas – hay una bar con una magnífica terraza arbolada donde se puede tomar un aperitivo en un ambiente reposado y muy grato. Renunciamos a dormir aquí porque el mocerío en fiestas suele aullar hasta el alba a causa de la acumulación de hormonas en el entrecejo.
La Botica también es asador, estamos en Castilla y uno puede recorrer dos docenas de leguas sin dar con una lechuga, se considera de mal gusto.
La cena, temprana, estupenda. Acertamos con el vino: un tinto Viñas del Cámbrico, muy mineral, recomendable, elaborado con las variedades rufete, tempranillo y garnacha. Sobre los 16 euros en mesa.
Los entrantes fueron canutillo de membrillo y queso, capuchino de morcilla, piñones, miel y más cosas y ensalada de pulpo con pesto castellano y mucha hoja verde. De platos principales, lomo de bonito y lomo de ciervo con hongos y ralladura de piña verde. Muy buen nivel. De postre, Piñones y Pinares y un Alberto dorado, un vino de postre, que no dulce, con madera pero con temperamento. Muy bueno, de un pueblo de al lado. Unos 45 euros por cabeza. Como se ve el pino y sus productos son el emblema de una de las líneas de cocina del establecimiento. “Mucha hambre se ha tenido que padecer en este país para considerar el aprovechamiento de la piña verde”, dijo mi mujer.
Al final dormimos en el muy grato hostal San Antolín de Tordesillas: 40 euros la doble y entre capiteles góticos.

La Botica. Plaza Mayor, 2. Matapozuelos (Valladolid). Un buen restaurante, con excelentes opciones castellanas aligeradas, y buena carta de vinos. 983 832 942.  


ENTRE EL XUQUER I EL BULLENT


CON GUSTO
       HUERTA Y MARJAL
EMILI PIERA
 Quedé con mi amigo el cocinero Jordi Morera (cafetería del MuVIM) con la idea vaga de husmear la cocina primitiva al sur de Cullera, es decir de Favara a Gandia. De la unión de uno de Sueca y otro de Pego, lo único que puede salir reforzado es el desparrame. Cuando llegué a Casa Cames (no se pierdan el diorama de Centenario Terry: tiene lucecitas), de Bellreguard, la pareja que lleva el bar –Saoret y Sales– me miraban y sonreían mucho, supongo que parecía un antropólogo bajito con salacot. La buena vida, las vacaciones en Eivissa y el natural relajo de la temporada, han aumentado el desplazamiento de Jordi que, al igual que el gusano de seda cuando se pone inmenso (grande ya era), se dispone a pupar y está tramando cómo proliferar en esto o aquello. Jordi es como mil gremlins.
Hubo un momento de vacilación –¿a Daimús, a Pego, quizás a Xeraco?– que superamos con una entrevista con Tere Bonet, 87 años, de familia de especieros o pebrerogers, con parientes en Almoines y Tavernes (de Valldigna) y puede que en Sueca, dedicados todos a las especias para el sagrado embutido. Me explica como se hace el arròs amb ceba, abadejo i aladrocs, que ella prepara en cazuela de barro. La conversación con Tere es el jardín de los senderos que se bifurcan, me da pena sujetar las riendas y al final me abandono.
Cuando regresamos al bar tenemos programa completo: la tentación de seguir en Casa Cames retenidos por un arroz con langosta, una buena mesa en Daimús (al final iremos a Casa Manolo) o un puchero en Pego. El puchero me hace sudar, incluso como concepto, pero vamos a Pego y resulta que Rafel es la alegría del marjal, nos enseña la cocina y de propina nos cuenta historias de pescadores en el misterioso Blau de Calapatar. Rafel tiene un escaparate con mas trofeos de sus palomos que medallas lleva el pecho de un general. Por la tarde, en un lugar de La Safor, Vicent Todolí, nos enseña su fundación: un huerto con 320 variedades de cítricos. Está en tratos alquímicos con Ferran Adrià.