martes, 2 de junio de 2015

COCINAS ENTRE SAGUNT I BENICÀSSIM


Melocomotó

   MENÚS DE TODA LAYA
EMILI PIERA
Me parece que hay una palabra, no sé si mágica, para resumir el actual momento de la cocina, y esa palabra es menú. La crisis cayó sobre los cocineros con avisos previos, más que alarmantes, que las autoridades negaban una y otra vez. Fue nuestro Expediente X. Algunos cocineros hicieron lo mismo y les fue mal; otros, cambiaron de golpe o paulatinamente, y les fue mejor. Muchos de los restaurantes de nivel medio-alto, desaparecieron con el alejamiento de nuestra prosperidad de purpurina. Una clase media robusta, come mucho y bien; unos pocos oligarcas, no mantienen una industria de calidad, aunque se propongan reventar como en La grande bouffe, una película sumamente desagradable.
El menú, que era cosa de los mediodías en modestos figones y en algún restaurante de calidad –El Riff de Valencia y La Sequieta de Alaquàs fueron adelantados en la materia–, ha acabado por alcanzar a casi todos, en todos los horarios, incluida alguna celebridad como Quique Dacosta y sus estados de ánimo.
Un amigo que organiza saraos coquinarios a salto de mata bajo el antifaz justiciero de Moonk (no confundir con el malvado Zarkov y el planeta Mongo) que sostiene una especie de superioridad moral del menú sobre la carta que sigo buscando con un candil.
A veces, el sometimiento a unas reglas y la restricción, facilita el alumbramiento de una genialidad. Cierto, pero yo sigo prefiriendo la carta. El mucho donde elegir. El menú es una estratagema empresarial para sobrevivir con éxito en tiempos duros: todo mi respeto. Y hablando de respeto, en unos días Eliana Albiach –el mejor restaurante y arrocería de la Ribera baixa– celebrará sus primeros diez años con Juan Giner al mando de éste y de otros negocios asociados como el bar de tapas y el restaurante de playa del Hotel Sicania de Cullera y la organización del certamen Arrossària. Para el cumpleaños se prepara una fiesta con numerosos colaboradores, tanto del bebercio como del Estado Sólido. Giner cocinó no hace mucho y a plena satisfacción para el estado mayor del Villarreal CFprocedente aunque no lo parezca), bacalao confitado e miel (cominacintre arroz (generosa cazuela de arroz con verduras)el Estad.
Sigo pensando que en cocina familiar, casera, el restaurante junto al mercado de Rojas Clemente (963 91 71 97), inconfundible sabor popular, ofrece buenos y variados menús por once euros y una amplia panoplia de opciones. Es más prudente ir temprano porque algunas cosas se las quitan de las manos y se acaban.
 Más modernos de concepto, pero con el mismo éxito de público, son los menús de Jordi Morera en la cafetería del MuVIM (960 644 207), como toca en un antro de cultura con arquitectura de calabozo medieval. Estuve hace poco con unos amigos y el menú se componía de tres entradas fijas (ligeras y sabrosas) y un segundo a elegir entre arroz (generosa cazuela de arroz meloso con verduras) y pescado. 12 euros, vino aparte (el nuestro fue un tinto Mala vida). Terraza.
En Sagunt volvió a sorprenderme L’armeler con su menú de mediodía (12 euros sin el vino): una tempura de berenjena con miel (combinación procedente, aunque no lo parezca), bacalao confitado e îlle flotante de postre. Muy bien, aunque el servicio algo brusco. Gastamos 14 euros, de modo inteligente, en el albariño Pazo das bruxas, muy rico.
Y un poco más al norte, recalé en El Lipizano de Benicàssim: menú, carta y tapas. Eso es lo que me gusta, y aunque había en el menú (12’ 50 euros) la posibilidad de combinar un buen gazpacho con un pollo a la cerveza (entre otras cosas), preferí las tapas: el citado gazpacho, sedoso, excelente, tres croquetas variadas (muy bien hechas), una cazuela de callos con garbanzos (sublimes de verdad, aunque algo aceitosos) y piña madura, en su punto, de postre. De beber, blanco de Les Useres: el Clos d’Esgarracordes (me llevé media botella), de viognier y macabeo, que es casi tan bueno como el tinto (37 euros, en total).

L’armeler. Subida al Castillo, 44. Sagunt. 96 266 43 82. Buenos menús de mediodía: 12 euros.
El Lipizano. Santo Tomás, 15. Benicàssim. 964 30 46 43. Tapas de calidad. Menús de 12’ 50.
Cafeteria del MuVIM y Rojas Clemente. Menús de mediodía, modernos o de toda la vida. 11/12 euros.



         

DE CORRUPTO A MÍSTICO


CON GUSTO
   PERITOS EN LUNAS
EMILI PIERA
Sólo por ver a Marcos Benavent, el que se esfumó para que la policía no se lo llevara esposado, sólo por ver a uno de los gatunos de Imelsa convertido en un afterhippie de boutique, valía la pena llenar las urnas de callados y rotundos reproches. “Me había convertido en un yonqui del dinero”, confesó Benavent que, en efecto, lucía para la ocasión un aspecto entre el fundador de El Patriarca (un adicto, hermano, lo es toda la vida), Gandalf el Blanco y el pintor Ripollés: sólo le faltaba la ramita de romero en la comisura de los labios. Nos brotan flores a cada instante que, a fin de cuentas, es lo propio de mayo, el futuro alcalde, Joan Ribó se revela como jardinero, el jardinero fiel, y yo no tengo derecho a dudar de la sinceridad de nadie.
El señor Benavent ha sufrido un cambio espiritual, una ardua iniciación con la ayuda del yoga, el tantra y la agricultura de lunas y boñigas: el camino es largo, pero mayor es el supermercado y me atrevería a sugerirle que no tenga prisa ni ansias por acaparar talleres de perfeccionamiento. Poco a poco, como el señor Ribó cuida sus macetas y desnuda la rosa, a ver si se esconde entre sus pétalos alguna chinche gorrona, que había muchas y la noticia es que ya tenemos un arrepentido, como en la mafia o en los presos de ETA. Yonquis del dinero, “ese infatigable Proteo”, lo éramos todos, más o menos, mediante “la reducción a uno sólo de los circuitos del prestigio social” que dijo el inteligente Miguel Ángel Aguilar: era lo que se proclamaba como verdad única mientras Alfonso Rus se elevaba sobre los coturnos del Ferrari.
Adoradores del becerro de oro, sí, la ternera está carísima, y en esta era de catetos y tecnólogos es lógico que se adore el dinero, la tecnología más flexible y con más usos. Eso sí, tenemos un nuevo y plausible alcalde jardinero, del mismo modo que Benavent practicó la ganadería, en calidad de (presunto) cuatrero. Ya vamos entrando en el Neolítico mientras Rita, la alcaldesa terminal, sigue en la fase recolectora: usar y tirar. A ver si alguien le explica que las flores del Puente de las Flores también se pueden cultivar.

PROBLEMAS DIGESTIVOS DEL IMPERIO


CON GUSTO
   GATOS RUSOS
EMILI PIERA
Cuando yo no comprendía cómo los rusos podían querer a un tipo borrachín y tarado como Yeltsin, me lo vino a aclarar un amigo de Madrid que era poeta, comunista (aún) y guía turístico de todas las Rusias: “Porque es como ellos: grandullón y torpe, capaz de abrazar al director de la orquesta y de meterle mano a la violinista”. Ahora que conmemoramos la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial es momento de recordar que se debió, en esencia, a tres cosas: a la dignidad de los británicos que le aguantaron la mirada al pistolero nazi, a las fábricas americanas (era ya la segunda guerra de materiales, según Jünger) y, por encima de todo, a los soviéticos que pagaron la factura de la carne según la tradición rusa de victorias con un altísimo coste.
Los rusos me gustan. De siempre. Basta ver su relación con la ciencia para comprender que son como gatos que arriesgan y conocen, que se introducen en los terrenos más procelosos y abandonan cuando ya han visto lo que querían, sin preocuparse por las aplicaciones o las existencias del almacén, cosa de tenderos. El furor. También son gatos en sus hibernaciones y retiros melancólicos a Krásnaya Poliana (el único Teatro de Gatos del mundo está en Moscú: los mininos son indomables, pero les encanta interpretar). Se comprende que bálticos y polacos hayan celebrado por su cuenta la victoria: la presencia rusa tiene una naturaleza ciertamente invasiva. Pero también los rusos han paseado sus megatones, aliados (China e India pero también Grecia, Serbia y Chipre) y tanques a estrenar.
 La OTAN incumplió su promesa de no desplazarse hasta la frontera rusa y EE UU aprovechó el 11-S para rodear Rusia con una cadena de bases, de Kosovo y Polonia a Kirguizia y Afganistán, para tragarse la pieza, pero los maestros del ajedrez son rusos, ¿no? Luego estuvo lo del comunismo, que es como la charcutería: un gran negocio para todos, excepto para el cerdo. Sirvió a los obreros occidentales, a los no alineados, a las colonias en vías de liberación. Ahora, que otro lleve la hucha del Domund.     

MALEÏTS ENTREPANS, DE TONI GOMEZ


CON GUSTO
    BOCADILLOS SAGUNTINOS
EMILI PIERA
Llamé al escritor de Sagunt y cesante de Canal 9, Toni Gómez, para pasarle un ejemplar de mi última novela y el me atizó con uno de la suya: Maleïts entrepans, una inmersión, mejor preparada y más profunda, en el estrato fundacional que había debajo del agua de otro producto anterior de su memoria, El camí de les merles, pues ya en el epígrafe se pone esta frase en boca de John Berger: Los escritores son los secretarios de los muertos. Lo que sea con tal de que tengan buen aspecto y, en definitiva, gocen de buena salud, nada que ver con la labor forense de los que quieren hacerse un pisapapeles con el cráneo de Cervantes.
Nuestra niñez es una extensión del gineceo, producto como somos de aquellas mujeres que se desparramaban y entreveraban por toda la fronda familiar y resto del vecindario. A los once años ingresé bruscamente en el mundo adulto, pero antes los dioses –más griegos que romanos, en mi caso– me hicieron un regalo en Sagunt. Fui a casa del tío Julio en la calle héroe Romeu y allí me metieron en una grata alcoba sin ventanas donde amanecía a mediodía y los tebeos se exhibían en pilas inagotables. Descubrí los ríos sin agua, los erizos, los montes, el injerto de los naranjos y el cine de programa doble, esa semana echaban El capitán Blood.
Algún día lo contaré pero ahora le toca a Toni y los malditos bocadillos del bar familiar, un texto de ritmo y protagonismo coral bien ensayado, con muchos personajes –que neutralizan la atracción del propio ombligo – y constantes codas y ritornelos que traban y traman esta pieza de cámara que logra  esquivar la complacencia y el cuadro de costumbres mediante el uso lírico de la memoria y la reconstrucción arqueológica de toda clase de despojos: una elegía por esos seres poseedores de la manzana de oro en el jardín del tiempo sin riberas. A mitad del libro dice: “Els xiquets que véiem les pel·lícules d’entreteniment dels anys setanta érem el present, els veïns vius. Tanmateix, nosaltres vam desaparèixer i la casa dels peixos (romana) va emergir del passat”. Y hasta aquí he leído, pero puedo seguir. Con gusto.