CON GUSTO
GATOS RUSOS
EMILI PIERA
Cuando yo no comprendía cómo los rusos
podían querer a un tipo borrachín y tarado como Yeltsin, me lo vino a
aclarar un amigo de Madrid que era poeta, comunista (aún) y guía turístico de
todas las Rusias: “Porque es como ellos: grandullón y torpe, capaz de abrazar
al director de la orquesta y de meterle mano a la violinista”. Ahora que
conmemoramos la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial es momento de
recordar que se debió, en esencia, a tres cosas: a la dignidad de los
británicos que le aguantaron la mirada al pistolero nazi, a las fábricas
americanas (era ya la segunda guerra de
materiales, según Jünger) y, por encima de todo, a los soviéticos
que pagaron la factura de la carne según la tradición rusa de victorias con un
altísimo coste.
Los rusos me gustan. De siempre. Basta
ver su relación con la ciencia para comprender que son como gatos que arriesgan
y conocen, que se introducen en los terrenos más procelosos y abandonan cuando
ya han visto lo que querían, sin preocuparse por las aplicaciones o las existencias
del almacén, cosa de tenderos. El furor. También son gatos en sus hibernaciones
y retiros melancólicos a Krásnaya Poliana (el único Teatro de Gatos del mundo
está en Moscú: los mininos son indomables, pero les encanta interpretar). Se
comprende que bálticos y polacos hayan celebrado por su cuenta la victoria: la
presencia rusa tiene una naturaleza ciertamente invasiva. Pero también los
rusos han paseado sus megatones, aliados (China e India pero también Grecia,
Serbia y Chipre) y tanques a estrenar.
La
OTAN incumplió su promesa de no desplazarse hasta la frontera rusa y EE UU
aprovechó el 11-S para rodear Rusia con una cadena de bases, de Kosovo y
Polonia a Kirguizia y Afganistán, para tragarse la pieza, pero los maestros del
ajedrez son rusos, ¿no? Luego estuvo lo del comunismo, que es como la
charcutería: un gran negocio para todos, excepto para el cerdo. Sirvió a los
obreros occidentales, a los no alineados, a las colonias en vías de liberación.
Ahora, que otro lleve la hucha del Domund.
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