viernes, 14 de junio de 2013

VITICULTURAS NACIENTES. Turia

Melocomotó

VITICULTURAS NACIENTES
EMILI PIERA
El sur de Teruel y la sierra de Aitana no parecen, a priori, lugares muy aptos para la viticultura, pero en ambos lugares se crían cepas y se obtienen vinos. Siempre hay matices y veo que los dos casos, requieren aclaración. Al sur de Teruel  está el Matarranya, una comarca de cota más baja que la feroz paramera en altiplano donde, en torno a Calamocha, se registran algunas de las temperaturas más bajas de España. El Matarranya está a unos 50 quilómetros, o menos, del mar, en línea recta, y protegido del levante (que siempre trae humedad, muy peligrosa en el proceso de formación de la uva porque favorece a los hongos) por Els Ports de Beseit. En ese ambiente mediterráneo está la bodega Lagar d’Amprius, de Valderoures, cuyas cepas se crían en Calaceit.
Más allá de Sella, subiendo desde la Vila-Joiosa, a 900 metros de altura, están los viñedos en anfiteatro, es decir plantados en bancales en herradura, de Mas de Sella, una joven bodega de autor radicada en la Vila, junto a chocolates Valor, por mera conveniencia industrial.
¿Qué tienen en común ambas explotaciones? Pues que nacieron hace menos de diez años, tienen cepas jóvenes, variedades diversas para facilitar el arte de combinatoria y vinos ya muy asentados en todos los sentidos. Como dijo el enólogo Jorge Navascués, cuyo padre es de Borja y la madre de Requena y  tiene vinos en todas las D.O. de Aragón, “las cepas viejas se conducen y autorregulan mejor; a las jóvenes, hay que vigilarlas más”. Sin embargo la viticultura no se ha interrumpido en el Matarranya y forma casi una unidad familiar con los vinos de sus vecinos de la Terra Alta. Ya son menos lo que saben que, antes de la filoxera, es decir, hace apenas un siglo, la Vila-joiosa tenía más viñas que Utiel, aunque a los hermanos Joaquín y Miguel Orts les advertían los viejos que “el vi de muntanya, no val res”. Ellos han hecho dos vinos de montaña y los dos son resultones, notables, con una singularidad que les da valor añadido. Sólo otro locuelo, suizo, se ha atrevido a plantar viñas a la misma altitud, en las faldas de Aitana. Los vinos de Mas de Sella tienen acreditación ecológica, pero no consta en la etiqueta. También tienen instalado el goteo, pero no lo usan: no hace falta, al menos por ahora. Joaquín despotrica de los pinos, pero no se atreve a cortarlos. En los márgenes de la finca (3 hectáreas de cabernet sauvignon, cabernet franc, syrah, garnacha tinta y marselán) crecen las frondosas, estepas y cardos. Conozco personalmente ambos lugares y el Mas de Sella (también llamado Mas de Carreró o de Sinto Centella), lo he pateado largamente. Cuando llegamos allí, el cuñado de los Orts, Ramiro, y un amigo, Enrique, “despampanaban” las cepas, es decir arrancaban hojas para que la planta esté más ventilada y los futuros racimos, más soleados.
La gente de Lagar d’Amprius presentó sus vinos en la D.O. Valencia. Un garnacha cien por cien (muy rico, ya lo conocía), otro tinto de garnacha y syrah, que también conocía, pero que ahora aprecio más, y un blanco de chardonnay (con unas gotas de viognier) que es un torrente de frutas: manzana, pera, cítricos… hacen vendimia nocturna y sólo mantienen un quilo de uva por cepa. 
También en Mas de Sella liberan de carga a las cepas y tiran uva porque producen más de la que necesitan para elaborar unas cinco mil botellas al año. Los hermanos Orts son la muestra viva del veneno de la enología, de lo profunda e infecciosa que puede ser la pasión por hacer buenos vinos. No hay viticultores en la familia, aunque buscaron formación y asesoría. Con un pequeño tractor, sus manos y mucho empeño, consiguen vinos con estructura, color y calor y, sin embargo, ácidos, estables: Mas de Sella, con doce meses de crianza. Y están a punto de etiquetar un segundo vino – Carreró – con 18 meses de barrica. Probamos dos Mas de Sella (2008 y 2011) y el Carreró en El Hogar del Pescador (Tel. 96 589 00 21), un buen y luminoso restaurante marinero, me repatean los locales en penumbra, de la Vila donde comimos salazones y almendras, pebrereta (con sangatxo) en pasta filo, chipirones, un par de gambas rayadas por cabeza y, de plato de fondo, un muy buen arroz caldoso de pescado con calabaza, cebolla y salmonetes.

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