domingo, 24 de mayo de 2015

TODOS EMIGRAMOS DE ALGÚN SITIO


CON GUSTO
   TENSIÓN MORAL
EMILI PIERA
El último pueblo paria o boat people son los musulmanes birmanos llamados rohingyas, que navegan a la deriva por el golfo de Bengala sin agua ni comida. Algo así como el pueblo hmong (el que sale en Gran Torino de Clint Eastwood), usado como peón de brega para luchar contra el Vietcong y abandonado después a su (mala) suerte. Hay algo peor que ser pobre y periférico (montañés o gitano del mar): haber perdido una guerra. Que se lo pregunten a los republicanos españoles que, tras la derrota, fueron acogidos en los campos franceses.  
Los campos para republicanos españoles carecían de muchas cosas y aplicaban un exceso de chulería, aún así y, como recuerda, Jorge M. Reverte, acogieron a muchas más personas de las que  Bruselas acaba de asignarnos para canalizar los éxodos de África y Próximo Oriente. Mucho menos que sirios atienden y alimentan Turquía y Líbano, más pobres que nosotros. También a Francia y Gran Bretaña les parece excesiva su cuota de inmigrantes, lo que indica que nuestra fibra moral está tan distendida como la chancleta de diez veranos atrás. Si no reaccionamos como mera ciudadanía, esa fibra moral, que hace posible la misma existencia de los pueblos, ya no la tensa ni el cirujano plástico de Catherine Deneuve.
Muy desesperado hay que estar para hacerse a la mar con un carraca podrida. O con una bañera de juncos y sin provisiones. Las dos cosas hemos visto. Hemos intervenido en Libia, en Iraq, en Siria y en Afganistán –entre otras intromisiones– y ni uno solo de estos países, que no iban muy bien, funciona mejor ahora. Todo lo contrario. Decimos una y otra vez que el enemigo no es el Islam, sino el terrorismo, pero el terrorismo no puede ser un enemigo, sólo es un procedimiento. La junta militar birmana, dicen, se había suavizado, pero con la ayuda de algún clérigo budista enfebrecido, se las ha arreglado para cargar contra los rohingyas: los distintos, la minoría. Ninguna ciencia ni religión garantiza la piedad. El penúltimo en perpetrar sonadas fechorías en nombre de la supuesta religión del amor fue cierto tipo de El Ferrol. O Pinochet.   

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