domingo, 24 de mayo de 2015

RELATOS SANGRIENTOS


CON GUSTO
   VENTANA DEL CRIMEN
EMILI PIERA
En mi última charla dentro de Valencia Negra, en la deslumbrante biblioteca del la calle Hospital, había muchas más mujeres que hombres, incluida la presentadora Marina Lomar, así funcionan las cosas en literatura y actividades afines, últimamente. Hablaba de Grans crims en pantalla menuda, de la novela cotidiana de los delitos de sangre (y sexo), esos que casi toda la televisión convierte en sopicaldo de sobre para tomar a mediodía o en la cena y a los que trata –como a los demás temas, incluso a la receta de la albóndigas con tomate– con las técnicas del reallity con la excusa de las audiencias, la rentabilidad y lo que pide el público.
La desaparecida Canal 9, en sus últimos años, destacó por su toxicidad y garrulería al tratar de los crímenes y alcanzó simas de infamia con las niñas de Alcàsser. Y Tele 5 sigue ahí, en el pináculo de las ventosidades. No tiene porque ser así. Mi señora madre solía decir que a las lectoras de El Caso les faltaba un tornillo (y eso que el Régimen trataba de imponer unos cupos a la publicitación de los crímenes, lo cuenta Luís G. Jambrina en En tierra de lobos, no fueran a pensar que vivíamos en el reino de los caníbales. No queridos, los caníbales erais vosotros). Pues bien, descubrí en la persona de Catalina, la madre de mi amigo Ximo, lectora de El Caso, a una auténtica narradora oral de crímenes y espantos de la mejor ley. La conmoción y el miedo.
En el principio fue la pérdida de la inocencia, la caída (de la que siempre te levantas con algún hueso roto; o desvertebrado, como un valenciano o un mejillón) y el crimen (Caín y Abel). El cuento, el mito, vinieron después. Ante la sangre derramada necesitamos saber más, restablecer el orden. Y a veces se hace bien, incluso en la tele, como en aquella Crònica amarga (de Canal 9) que dirigía Àngel Martínez. A veces la tele repara con una mano lo que rompe con la otra, aunque de los crímenes en televisión quizás hayamos pasado a los crímenes de la televisión porque hay poco servicio público, cultivo del morbo y entronización del beneficio que, tal vez, no lleven a ningún sitio en donde valga la pena estar.

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