viernes, 8 de mayo de 2015

DOS COMARCAS FASCINANTES


Melocomotó

TERRA ALTA Y MATARRANYA
EMILI PIERA
Siempre es agradable volver a las montañas azules y quebradas de la Terra Alta, a sus secanos y olivos, a su memoria mineral. A sus vinos. Esta vez no pillamos a Laureano Serres en su bodega de El Pinell de Brai –estaba en París– y nos quedamos sin probar la nueva tirada de Mendall, su vino natural más conocido. Enfrente está la justamente tildada de Catedral del vi, una bodega modernista tan hermosa que hasta la caseta del transformador parece una torre de los elfos. Su tienda  se ha ampliado mucho y es un excelente punto para sondear y conocer la producción de la comarca, donde proliferan, también, las agrobotigues. 
Las variedades de la Terra Alta son ampliamente coincidentes con las del Montsant y el Priorat, con algo muy singular. Tiene cuatro clases de garnacha: la normal, la negra (tinta), la peluda y la blanca. Con su vecina el Matarranya concentran una buena parte de la producción mundial de garnacha blanca que da vinos buenos y, por ahora, baratos. Muy buenos y baratos (especialmente el de la cooperativa de Queretes/Cretas, ya en el Matarranya). El Clot d’Encís es un blanco fresco y ácido, de sorbo alegre, que cuesta menos de cuatro euros. Es de la Cooperativa Agrícola Sant Josep, la que envasa el Llàgrimes de tardor blanco y tinto (más interesante el blanco a mi juicio), que está a la salida de Bot camino de Horta de Sant Joan. Por ese camino dimos con el Mas del Cigarrer, estupenda casa rural en el quilómetro 8’5 donde además se puede comer muy bien (coincidimos con un grupo amplio de L’ Alcúdia), con tinto de frasca de Bot: escalibada con verduras ahumadas, atún y sal maldón, espárragos con hongos y romesco, ragout de toro de lidia, bacallà a la llauna, yogur con miel y sésamo y sorbete de limón, más una mistela del terreno con barrica. 18 euros el menú. Recomendable.
Se come muy bien –y más caro – en el precioso hotel El Convent de La Freixneda, Matarranya. Más asequible, el bar restaurante Matarraña de esta misma y fascinante población.
La mayor concentración de bodegas reconocidas y de bodegas en general se da en Batea donde hay dos puntales de la viticultura de la comarca: La Fou (ya habíamos comprado su blanco El Sender) y Celler Pinyol (el blanco y tinto Nostra Senyora del Portal tienen una ventajosa RCP). Batea tiene un centro histórico intacto y medieval. Con trozos de muralla.
 Las dos pastelerías que están en la rotonda que Gandesa que distribuye el tráfico de la comarca, son muy competentes. Una se llama Pujol (muy mnemotécnico), y ya la conocíamos. La otra, está enfrente y hace unos pastelitos en forma de empanadilla de distintos sabores: las de naranja son geniales.
Detalle importante. Como Terra Alta y Matarranya son tierras  poco pobladas y las producciones de algunas bodegas son escasas y disputadas, a veces no están abiertas al público, ni en día y hora claramente laborables: tienen todo el pescado vendido. Eso nos pasó con Bàrbara Forés (precioso caserón, me quedé sin probar el Coma d’en Pou), con el Celler d’ Algars de Arenys de Lledó (que tiene el magnífico tinto Virtutis causa y un blanco que me gustaría conocer) y con Venta d’Aubert, junto a Lledó: buenos vinos aunque yo prefiero la garnacha y el blanco de Lagar d’Amprius. Riachuelos como el Algars, el Matarranya o la Sènia (que es poco más que una barranca seca, habitualmente) trotaban con fluidez alimentados por las últimas lluvias.
 Al volver de Aragón paramos en la Venta del Aire, Albentosa, unos quilómetros antes de Barracas, o sea en la raya aragonesa. Es el típico emporio de carretera con bares, asadores (la visión de los braseros abría el apetito), tiendas y gasolinera. Y una carnicería que convoca multitudes. Buenos precios y género de calidad como comprobamos al preparar unos solomillos de cerdo con verduras y un coupage de vino de nueces, mistela y fondillón que preparo caracterizado como Teofrasto Paracelso. Tienen de todo.

Mas del Cigarrer. 649 893 090. Km. 8’ 5 de la carretera de Bot a Horta de Sant Joan. Elías Sancho y Núria Martí llevan este atrayente hotelito rural encajado entre la verdura y las siluetas montunas. Buena cocina. Menú de 18 euros.






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