CON GUSTO
PALABRAS ARDIENTES
EMILI PIERA
Las imágenes las conoce y admira todo
el mundo: hay disturbios raciales en Baltimore (después de haberse producido en
la mitad del territorio de los EE UU) y la señora Toya Graham –las
negras son más anchas de huesos y de caderas y si van a por ti, impresionan–
saca a su hijo Michael de los motines a base de gritos y algún cachetazo.
Violencia proporcionada, diría un juez. Sí, pero este mismo correctivo aplicado
en la escuela, en familia o en un campamento sería calificado de “malos tratos”
aunque fueran dirigidos contra un matón de patio de escuela que martiriza a sus
compañeros. Los tratos ¿son malos o buenos en función de la conveniencia de la
autoridad gubernativa? Parece que sí.
Yo sólo digo que a la edad de Michael
yo también temía más a mi madre que a los antidisturbios (y no acabo de ver si
había en ello insensatez o buen juicio) y que todo el mundo no tiene, como los Clinton,
un miembro de su familia en la presidencia o, al menos, en expectativa de
destino. De hecho hay muchas familias de cualquier parte que son negras,
desempleadas, andinas, pobres, víctimas del gatillo fácil de algunos agentes o
de la capacidad, atribuida a los bancos, de decidir quién vive debajo de un techo
y quién no. Extraño ¿verdad? Y tanto. Las palabras son como el destornillador y
la navaja, valen para muchas cosas pero no vayas a sacarte un ojo: tendrás
problemas de visión.
Por ejemplo yo vi a la activista de
Femen que se manifestaba con la pechuga al viento ante el piadoso ministro del
Interior de España y fue reducida por un señor vestido de algo entre soldador
futurista y robocop que le puso la rodilla sobre la cabeza de la chica ¿Un
sádico o un benefactor? Lo que diga el ministro. Los partidos de la Francia
liberal y hasta libertina se han puesto de acuerdo para aprobar una ley que
permite espiar a sus ciudadanos. Es por el terrorismo islamista, dicen, pero ni
el terrorismo es un enemigo (es un procedimiento), ni todos los islamistas son
violentos, así que acabarán sabiendo quien es maricón y quien aficionado a la
marihuana o al gin tonic. Las palabras, arden.
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