Melocomotó
LA COMIDA ESTÁ CERCA
EMILI PIERA
Como
aconsejaban nuestras madres, cuando uno se sienta a la mesa no es conveniente
pensar cómo se elaboró tal o cual ingrediente, qué vida llevó el animalito que
te comes o como se desinfectó la cuba donde gasifican la cola que te estás
bebiendo. Come y calla. O habla mucho para olvidar todo eso. En la mesa, ni
política, ni preceptos morales, si acaso sexo o amor fraterno. Y como decía
nuestro médico de familia, don Rafael Talens, comer de todo y sin manías. Si
además tienes cierta edad y ya no meas todo lo que bebes y lo bebido y comido
de más se transforma en hígado de oca o quilos de tocino, entonces, moderación.
Por
otra parte, no hace falta ser musulmán o judío, jaín, hinduista o budista para
entender el sentido de los ritos de sacrificio: somos una sola carne. Agradece
tu alimento, ese animal sacrificado por ti, aunque sea pechuga de pavo del
súper.
Dicho
esto, la celebración de la feria Biocultura,
muy animada, ha conseguido, en unión de muchísima gente, que el producto sano,
biológico, artesano o próximo (o todo eso a la vez) sean, al menos, etiqueta
cotizada, pues como dijo Patricia Restrepo, la colombiana que dirige el
restaurante Kimpira (963 923 422),
vegano, detrás del Ayuntamiento de Valencia, antes que sano, el plato ha de ser
apetitoso. Me gustó mucho su paté de olivas y el sushi vegetal. Hay otro vegano
en el centro: Paprika. Vegano es el
restaurante vegetariano que no usa ni lácteos ni huevos.
Compramos
en Biocultura unos cuantos quesos de
leche cruda de Formatges Montbrú, buenísimos,
el tinto bio de bodegas La Encina,
Alicante (cinco euros) y el pinot noir Rabia
(15 euros) de Toni Sarrión, no confundir con el bodeguero valenciano de El
Mustiguillo. Esta bodega manchega usa diseño y nombres resonantes, de traca,
pero el vino es formal y muy apetecible. Los amigos de Punt de Sabor (963 53 60 80) ya tienen en tienda más vinos
biológicos de los que pudieron incluir en la pequeña guía editada por la Unió
de Llauradors, otro día les hablo de ellos. Antes, habíamos comido con unos
amigos, un auténtico kebab iraní –espero que Netanyahu no me lance bombas de
fósforo– con arroz basmati, con su costra crujiente.
Sí, hay
que volver la vista, en primer lugar, a lo que tienes más a mano. Roda el món i torna al Born. Si un
ciudadano de l’Horta se pregunta cual son los viñedos que le quedan más cerca
descubrirá fácilmente que son los de la franja que va de Chiva y Cheste a
Godelleta y Torís. Compré un moscatel de Godelleta, muy bien de precio y con
medalla francesa y, luego, visité la bodega Baronía de Turís, donde
cargamos media docena de vinos, mejor los blancos y los dulces que los tintos,
con una excepción: el 1920, un tinto
de coupage, con garnacha tintorera, elaborado para celebrar la fundación de la
cooperativa. El Viñamalata blanco tiene un toque dulce y una
presentación francamente gratos. Menos de cinco euros.
Luego
cominos en La Font (962 527 476) que
es un restaurante de Torís digno de respeto. Amplios espacios, luz natural,
patio y jardín y fuente con fauna. Pedimos el citado 1920 –cuerpo y paladar– y,
como platos fuertes, el calamar loco (muy rico, del tamaño del pulpo con el que
peló Nemo: lleva una salsita tipo romesco), el conejito a la brasa (medio) y la
ensalada ilustrada con gulas y salmón. 23 euros por cabeza.
Los
vinos que abrí últimamente son viejos conocidos y ninguno defraudó: el ribera
de Duero Hacienda Monasterio 2010
que me regaló mi hermano, el ribeiro Divino
Rei (varias veces considerado el mejor ribeiro) y el bobal La Picaraza, fermentado en las un poco
paleolíticas cubas de cemento y sin embargo delicioso, barato y natural. Para
que luego digan.
-Kimpira. Convent de Sant Francesc, 5. Valencia.
963 923 422. Cuidado restaurante vegano en el centro que cultiva el paladar
además de la salud.
-La Font. C/Miguel Hernández, 3. Torís.
962 527 476. Carta amplia, también de vino y buena ejecución de los platos.
Precios moderados.
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