martes, 30 de junio de 2015

LA GRAN INDUSTRIA DEL RUIDO


CON GUSTO
   BAJEN LA VOZ
EMILI PIERA
La producción de ruido se considera una industria prioritaria, no hay nada que la eche atrás, ni la Caballería. Me contaba un amigo escritor que hace muchos años alquiló, a un precio tan bajo que no se lo podía creer, una casa grande en Madrid, propiedad de una de las ramas de una familia que había dado al Ejército varios generales en dos siglos, también en Valencia. Cuando el inocente se acomodó en algunas de las piezas de aquel chollo –en el resto instaló a los amigos que querían aislarse para escribir la novela definitiva sobre Getafe–, descubrió el por qué del precio: había debajo un mercado donde asentadores, transportistas, clientes e intermediarios vociferaban desde antes de la salida del sol.
Siguiendo con esas fructíferas relaciones entre ruido y fuerzas armadas (¡cuantos valerosos artilleros ha dado a la patria nuestra tradición pirotécnica!), he observado que en restaurantes de pueblos donde el mayor movimiento de personas es el paso del cartero, se produce una escalada armamentística aunque la mitad de los comensales sean extranjeros. Empiezan por gritar los locales, pero, para hacerse oír, con la marea alta de las voces, acaban rugiendo hasta los noruegos. Al final parecemos monos aulladores del Amazonas. Aunque hay industrias tildadas de nocivas, ruidosas o insalubres, la producción de ruido nunca parece amenazada. La garantizamos incluso el gremio de las Artes Gráficas pues Pérez Benlloch (Al cierre), primero, y el linotipista Alberto Pardos, después (Así nacen y mueren los periódicos en España) admiten en sus memorias el estallido de rebeliones vecinales por una actividad con insuficientes amortiguaciones.  
El AVE silencioso (sin móviles ni voces) ha multiplicado por cuatro su cifra de negocio, aunque casi la mitad de sus usuarios son catalanes y hasta los sevillanos lo piden más que nosotros. Demasiado cívicos que hemos salido dado el mal ejemplo de Rita Barberá que quería disparar, qué animal, una traca que se oyera desde dentro de las discotecas para celebrar que nos daban la America’s Cup. Bajen la voz, por favor.

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