4/1/15
CON GUSTO
CUERPO DE HOMBRE
EMILI PIERA
Hace muchos años, en un artículo muy
divertido, Juan José Millás comparó la relación que los candidatos
socialistas Josep Borrell y Joaquín Almunia tenían con su cuerpo
con un coche. Borrell tenía un coche alemán, seguro de sus trasmisiones y
respuestas, no muy asequible, tal vez con los cristales entintados. Almunia
disponía de un utilitario, entraba y salía de él cada vez que lo necesitaba,
era un coche muy disponible, no lo cuidaba especialmente. De hecho y sin salir
de la familia o familias socialistas, asustaba un poco ver la evolución del
rostro de Felipe en vísperas de abandonar la Moncloa. Su atractivo
rostro de vaquero gitano había sufrido la gravidez y retorsiones del poder y
era una plomiza gárgola barroca o una tarasca del Corpus llena de colmillos. De
Aznar nada digo, este comentario no trata del género de terror.
Ya decía Óscar Tusquets que el
arte moderno ha tenido muchos problemas con los pantalones de los hombres. No
es nada de lo que están pensando: acaban la figura masculina con los finos
palillos de las perneras. Para resolver este problema de volumetría a Lenin
lo esculpieron con una larguísima gabardina tirante, como una sotana tensa, y a
Balzac, Rodin lo hizo emerger de una bata frazada con las mangas
colgantes. Los monjes y papas no tienen ese problema: siguen usando ropas
talares que los macizan de la cabeza a los pies. Tampoco siente ese conflicto
la piedra del Monumento a los Descubridores
de Lisboa donde una sucesión ascendente de adelantados, a pie y a caballo, se
empujan en un movimiento de ascensión que ensancha el horizonte.
Hace algún tiempo volvimos a ver a
Almunia -¡Hombre, Joaquín! – y aquel muchacho diligente y con cierta timidez de
subalterno había criado una papada cardenalicia, tenia unos cachetes plácidos y
dilatados de canónigo: un auténtico secuaz de Juncker o un arzobispo de
la papisa del FMI. Lógicamente hablaba de moderar los salarios y aceptar nuevos
sacrificios: lo contrario de lo que su cuerpo nos estaba diciendo, problemas de
cohesión. El cuerpo, ni demasiado consentido ni maltratado (aunque sea sólo un
poco).
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