CON GUSTO
LA
MAGIA DEL CHAMÁN
EMILI PIERA
Como dijo creo que Antonio Machado
cualquiera puede hablar durante horas de un queso, pero se considera de mal
gusto hablar de Dios. Si no lo dijo así, poco importa: la idea esta fijada. Yo
también acudí a la charla o seminario de Alejandro Jodorowsky en el
teatro Olympia. Una presencia no tan clandestina como sigilosa, burlona, este
señor no quiere que le anuncien, y lo que hace se llama psicomagia, mezcla de
chamanismo, humor, psicoanálisis y esas formas de delirio controlado (eso es la
literatura y, en particular, la poesía) que aprendió de los surrealistas y
practicó con sus secuaces Topor y Fernando Arrabal (a quien
perseguí en vano por Paris tratando de entrevistarle).
A veces dice cosas inspiradas y a veces
parece un predicador de la Nueva Era, no tengo una impresión definitiva, y tal
vez sea mejor así porque lo que más me gustó fue su actitud que incluye una
saludable desmitificación del budismo (y sus unciones beatas), una advertencia
a los profesionales de la psiquiatría de que el gesto y la caricia curan tanto
o más que la palabra (nos invitó a tomar la cabeza de nuestro vecino y apoyarla
en el corazón, a contarle nuestra vida a un desconocido) y que el inconsciente
creó la metáfora y lo hizo para algo más y mejor que la belleza: para curarnos,
para ser más buenos. Como Jodorowsky tiene una larga carrera de dibujante,
guionista, cineasta, artista plástico, poeta, etc.., (ya saben, el currículo)
lo que resulta de todo eso es un chamán, pues chamanes fueron los primeros
artistas que pintaban –a veces magistralmente– los abrigos rocosos y convocaban
las fuentes de la vida, siempre sagradas, sacerdotalmente. Y puede que chamanes
sean los últimos de esta era.
Tuve la impresión de que aquellos
sortilegios, como el yoga, sólo eran ejercicios, búsqueda de sentido
¿Espiritualidad a la carta? Sin duda. Eso que irrita tanto el costado
petrificado de ciertos monoteísmos, pero Dios, como el Estado, ya no es
propiedad y amparo de ninguna tribu y circula en dosis homeopáticas por las
venas del planeta como esperanza de renacimiento y felicidad.
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