domingo, 21 de diciembre de 2014

Fantasía épica


14/12/14
CON GUSTO
   FANTASÍA EPICA
EMILI PIERA
 La Edad Media ya está de nuevo aquí y se nota no sólo por la proliferación de filaes de moros, y hasta de cristianos, que parecen salidos de un tebeo o película de fantasía épica (lo acabo de comprobar en las fiestas de La Font de la Figuera) sino, porque desaparecidos los viejos imperios y muy debilitados los estados nacionales, no hemos construido ninguna Federación, tampoco la Unión Europea que lleva camino de convertirse en un consorcio comercial, presidido por el jefe de los evasores fiscales, Jean Claude Juncker, antiguo dirigente de Luxemburgo, superpotencia mundial en visillos con encajes (para tapar la caja acorazada) y “una gran pastilla de Valium” (Manuel Vicent).
El cuerpo del Emperador estalló en pedazos y, a diferencia de la anterior Edad Media, ni siquiera tenemos el poder arbitral del Papado: estalló antes con la Reforma. Si tienen alguna duda comprueben quienes no pagan impuestos en ningún caso: los más ricos –los señores feudales– y los eclesiásticos. Y tenemos legiones de menesterosos. Y siguen creciendo. El Renacimiento no apunta por ningún sitio y, no es por desmoralizar, pero lo más probable es que nos tengamos que emboscar de nuevo y traducir a Platón. Las intervenciones del imperio residual –Estados Unidos– se han saldado con sangrientos fracasos así en Irak como en Afganistán, en Yemen, Pakistán o Libia. Normal: no se trataba de arreglar nada, ni siquiera de dominar a alguien, sólo de tener una excusa para el negocio de los contratistas. Edad Media con inglés comercial, el latín de los sacamuelas.    
Antaño, la facultad profética era cosa de elegidos de Dios y grandes poetas. Luego, en consonancia con los tiempos, bajó al nivel de los pequeños artistas: Julio Verne, algún comediógrafo o un autor de buenas historias de espías  como Trevanian que en Shibumi ya presenta a unos servicios secretos paralelos que mientras el presidente aparenta mandar y hasta convoca elecciones y firma decretos, sirven a sus verdaderos dueños: los señores de la banca y del petróleo. La novela es de 1979, ya ha llovido.

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