miércoles, 15 de julio de 2015

UN ALTRE PREMI PER A LA FIRA DEL LLIBRE


CON GUSTO
   TODO UN SÍMBOLO
EMILI PIERA
Cuando esta noche la Cartelera Turia distinga a la farándula, a los escritores y cómicos, a la bohemia más o menos dorada (o que aspira a serlo), habrá entre ellos, una distinción para los modestos libreros, para la Fira del Llibre de Valencia. Será el tercer premio por su quincuagésima edición y nadie podrá decir que no lo merecen: le pusieron ganas y empeño y, cuando no tenían otra cosa, añadieron su desaliento y su ansia por sobrevivir. Como si oyéramos cantar a la primera alondra del alba, este último año ha crecido la venta de libros: un 0’6%, no es para atragantarse, pero podría ser un cambio de tendencia.
Una vez Isaac Asimov –no me canso de citar el caso– imaginó como juego intelectual un sistema futurista de acumulación de datos que fuera duradero y resistente a los cambios de humedad y temperatura, que se pudiera consultar por partes o enteramente, rebobinar en cualquier sentido, inalterable y fácil de transportar, sin enchufe ni gasto de energía en la conservación y reproducción. Resultó que ese chollo ya estaba inventado: es el libro, que sigue siendo como es porque llegó mucho antes que la imprenta, del mismo modo que el arado, la hoz, el cuchillo o las tijeras han cambiado poco de diseño en siete mil años o más.
Se venden más libros y se ha duplicado la venta de libros digitales, pero son poco más de cuarenta millones y, sobre todo, para obras técnicas. Para la literatura –la única clase de escritura y de lectura que, tal vez, merece esos nombres–, para la literatura, digo, seguimos acariciando el lomo del libro, su sedosa cubierta, la lujuria del aroma a nuevo; leer cinco, diez, mil veces, el comienzo de Moby Dick, aún más restallante que el de El Quijote o Cien años de soledad. Pues la venta de esas cosas, de literatura, ha bajado. Y mucho. Por lo visto los esfuerzos del ministro Contra la Cultura, no han sido baldíos: fructifica el IVA al teatro, la expulsión del aula de todo lo que huela a arte, a lenguas clásicas, a filosofía: la Europa de Stephen Zweig, Billy Wilder y Thomas Mann se dispone a acogotar a Grecia. Todo un símbolo.    

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