miércoles, 15 de abril de 2015

Momento político

CON GUSTO
MOMENTO POLÍTICO
EMILI PIERA
Para entender el momento político hay que hacerse un par de preguntas: ¿Dónde estaban tantas ansias de cambio? y ¿Por qué se manifiestan ahora? Y hay que arriesgar algunas respuestas. Creo que estuvieron donde siempre: sofocadas y disimuladas por el inacabable ganchillo que iba tejiendo el sagastacanovismo mientras entre los faldones de la mesa camilla se iban pasando favores y dispensas. En cuanto al por qué de su actualidad, que se lo pregunten a quienes no tienen trabajo o les robaron los ahorros o han de pagar el doble que hace diez años por estudiar en la universidad. Mientras parecía haber dinero fácil muy pocos expresaban su incomodidad por sostener en lo alto a una buena colección de forajidos que pesaban más –y eran más gravosos– que el paso del Cristo de los Afligidos.
Según John Carlin sólo el cinismo puede dar cuenta de tan dispares reacciones (la posición de Sade en el drama Marat/Sade de Peter Weiss) y algo tiene de cierto, pero en el 15-M, en la resistencia de Compromís a los enjuagues del PP valenciano o en la de Ciutadans a la omertà impuesta en el oasis catalán (aunque su móvil fuera el nacionalismo español, a ver si uno no va a poder ser nacionalista de donde le dé la gana) por el pujolismo ladrón, en esos movimientos yo vi más candor que cálculo. A fin de cuentas nada tiene de malo que el sistema sea más representativo, que los saqueadores convictos lo tengan más difícil y que la sanidad y la educación alcancen a todos los que las quieran.
Las prisas de Susana Díaz por consolidar su posición y barrer a IU le ha convertido, tal vez involuntariamente, en banco de pruebas: nadie parece tener prisas por probar hasta que se despeje el panorama a finales de mayo. Ganar no es lo más difícil: hay que proceder, después, a los acuerdos y conciertos, imposibles sin un poco de generosidad ¿Cínicos? No sé. Inconstantes y cómodos, desde luego. Y cuando se defraudan las esperanzas razonables, queda Berlusconi (o Sarkozy) y ahí, sí, se ignora el valor de ciertas cosas aunque se conozca el precio de todo.

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