viernes, 13 de febrero de 2015

Stigltz y Grecia


CON GUSTO
  CARTAS GRIEGAS
EMILI PIERA
No es la primera vez que el Nobel de Economía, Josep Stiglitz, lo dice, pero esta vez ha sido aún más claro: el problema para Europa no es Grecia sino Alemania. Así es: si después de tantos años de sacrificios, recortes y austeridad, Grecia debe más de lo que debía al principio (y lo mismo le ocurre a Italia, España y Portugal, entre otros) es que, seguimos con Stiglitz, “era veneno lo que se había recetado como medicina”. Por si las dudas, el señor Stiglitz (y yo también) es partidario del euro y de que Grecia asuma, con los matices que se quiera, sus compromisos financieros.
 ¿Es que Angela Merkel es una tarada? En absoluto y, casi seguro, es mejor persona que Rajoy, sin ir más lejos. Por ejemplo ante los alardes de los xenófobos de Pegida, que pretendían satanizar a los emigrantes, salió a combatir contra quienes practican “la prédica del odio”: mucho más de lo que ha hecho el PP en toda su historia. Pero la hija del predicador tiene sus limitaciones y aparte del sagrado respeto al dogma, está la titilación de pertenecer a los grandes poderes y la venta sostenida de mercancía averiada a sus compatriotas (porque, probablemente, ella misma cree en sus virtudes), que se la han comprado a mansalva. No, los del sur no somos derrochadoras cigarras, ni ellos laboriosas hormigas. Los bancos alemanes están en primer lugar en todas las trapacerías y mandangas que crearon la burbuja. Tila y reflexión.
Si Alemania se pone al frente de Europa con empeño, política económica más alegre, unidad fiscal y lucha contra los paraísos, tiene reservado un merecido puesto de gran potencia. Si cree que puede imponer una línea mortificadora que castigue a supuestos derrochadores, provocará el efecto alianza, tan frecuente en su historia, lo que será un desastre para todos. No hace falta ser un prodigio de imaginación para ver que Grecia (y España) tienen más salidas de las que se ven. Grecia mantiene estupendas relaciones con Rusia: siempre las ha tenido. Rusia es mucho decir y el Mediterráneo, un pastel. A lo peor alguien quiere un radical cambio de alianzas y más inestabilidad pero ¿nos conviene?

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