miércoles, 14 de enero de 2015

Mandarín y amputado


6/1/15
CON GUSTO
    MANDARÍN Y AMPUTADO
EMILI PIERA
A veces un capítulo condena un libro, ya ven. Si es de Gregorio Morán las posibilidades aumentan: es un desahogado. El libro iba a salir en Planeta pero, al final, lo ha publicado Akal, editora que  se comprometió a respetar su integridad (la de autor y obra). Se trata de El cura y los mandarines. Historia no oficial del bosque de los Letrados, un título inspirado en cierto chino célebre –la Cina é vicina, ahora sí– y que en sus más de ochocientas páginas (incluido el índice onomástico) nos cuenta las peripecias del gremio ilustrado en un período fluido, inquietante: 1962-1996. Ciertos prólogos son como las etiquetas de los productos de droguería: nos informan de riesgos y dosis y el libro, conforme a su causticidad, lleva tres. No se lo pierdan.
Más ambicioso que las memorias o recapitulaciones de Castellet, Mario Muchnik o Juan Cruz, el libro pertenece a un género, la historia cultural, casi inédito en España, salvo en la taxidermia como ocupación universitaria. El cura es Jesús Aguirre, Duque de Alba en su momento de gloria y, después, alma en pena del palacio de Liria. Los mandarines son unos cuantos: los que cortaban el bacalao hasta la derrota de Felipe y después: editores, académicos y hasta el Nobel que ejercía de misógino contra la inteligente María Moliner, la del diccionario. Naturalmente he empezado por el capítulo amputado, los miembros ausentes son los que más pican y que a uno le llamen “caballero mutilado” o “rojo tullido” depende de la bolsa de valores, esos que tildaron de  eternos y que inspiraron conductas canallas y circunstanciales.
El capítulo en cuestión retrata como tropa pícara y simuladora a unos cuantos inmortales de la RAE en vísperas de la adjudicación de su Diccionario a Planeta: medio millón de unidades. Llevo devorados dos centenares de páginas: información preciosa y bien organizada. Opiniones muy discutibles. El acomodamiento y moderación de muchos viejos radicales no me parece tan decisiva: es cosa de los años, la letra no cura si uno no se lo ha propuesto y la verdad y la belleza son esquivas y sólo vale buscarlas.   

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