CON GUSTO
MEMORIAS DEL GLAM
EMILI PIERA
Aún recuerdo el día en que descubrí el
glam. Fue en 1970 o 71 en el escaparate de la única tienda de Sueca que me
importaba, la de discos, donde un par de sujetos con un cardado de mamá de la
clavariesa y un abrigo de pieles que no se pondría ni un ministro de Antonio
Maura, se apoyaban en una columna con un chihuahua en brazos. Aún se
llamaban más raro: T. Rex. Ahora el glam se ha difundido al ritmo de su
dilución y hasta para la nueva legislatura se han traído un bebé, una banda de
música o unas camisetas vindicativas. Glam parroquial. Ni que decir tiene que
los más jóvenes del lugar ignoran que es el glamour si no han visto Cleopatra, la película.
Puede parecer que el padre del glam es David
Bowie, pero eso es porque no han visto la película Velvet Goldmine donde queda muy claro que el santo fundador, con
permiso de Liz Taylor, fue Oscar Wilde para quien sólo había un
artículo de primera necesidad: el lujo. Quizás sea verdad. Bowie y Lou Reed
murieron casi de viejos, teniendo en cuenta su real mala vida, no como cierto
poeta español y también muy del glam, que se ha pasado la vida hablando de
trasgresiones y satanismo, y bebe Coca-Cola. En esa hora funeral, muy apropiada
para recaer en lugares comunes, se ha destacado el estilo camaleónico,
adopcionista, de Bowie, como si eso no fuera rasgo propio del pop en general y
más del pop inglés, donde Elton John si quiere, puede parecer un bluesman.
The Beatles chuparon de Chuck Berry,
Rolling Stones del blues sureño y todos de Elvis Presley que, como era
de pueblo –Tupelo, Misisipi– no se atrevió a colgarse más que un collar de
flores y, hacia el final, pobre, a disfrazarse de vendedor de coches usados
pasado de crack. Michael Jackson tenia que desposarse con la hija de
Presley (los matrimonios con una corona en juego se han de concertar y sino,
mira lo que pasa) aunque bailar, bailaba como dios y aprendió de James Brown,
el terremoto moreno. El glam fue rock más make
up. Luego vino el clip, los efectos especiales y el tupé de moco espacial
de Donald Trump, que es glam tiñoso.
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